Los derechos sexuales y reproductivos son clave en la atención integral de las violencias sexuales

  • En un encuentro realizado por  Fundación Aspacia, 20 profesionales especializadas en prevención y atención de las violencias sexuales reflexionaron sobre cómo abordar los derechos sexuales y reproductivos.

Aunque la violencia sexual está directamente relacionada con el cuerpo y la violación de los derechos sexuales de las personas que la sufren, no siempre está clara la relación de ésta con el ejercicio de la sexualidad y el abordaje de los derechos sexuales y reproductivos.

Para ahondar en esta relación, la Fundación Aspacia está desarrollando una serie de actividades que tienen como fin profundizar en aspectos clave de la atención integral de la violencia sexual, entre éstos el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos.

Tras la realización de 12 grupos focales en 2024, este año 2025 se están realizando encuentros temáticos, siendo el primero el Encuentro sobre derechos sexuales y reproductivos en la Atención Integral de las violencias sexuales, con la participación de 20 profesionales especializadas en atención en Centros de recuperación y Centros 24 horas de Madrid y Melilla.

Abordar la sexualidad de forma integral y transversal

Una de las primeras conclusiones a las que llegaron las participantes en el encuentro fue la necesidad de abordar la sexualidad como una parte central de la vida de las personas con las que trabajamos en procesos de formación y en la atención de las violencias sexuales. Esto implica por un lado que exista una mejor preparación en las profesionales, pero también la convicción de que para prevenir las violencias es necesario hablar de sexualidad.  

“Necesitamos quitarnos ese enfoque medicalizado de la sexualidad y abordarla de una forma más integral y desde la prevención” comentó una de las profesionales.

En general, existe una visión se la sexualidad asociada al coito, esta visión favorece el desconocimiento y la falta de identificación de las violencias sexuales, puesto que no se reconocen como tales algunos comportamientos como el acoso sexual, tocamientos, intimidación, etc. que también constituyen agresiones sexuales.  

“Con la adolescencia la sexualidad se puede abordar desde un punto de vista más desenfadado y hablar abiertamente de ello, desarrollar juegos y dinámicas que permitan romper tabúes” explicó una de las profesionales en relación al trabajo de prevención. Se trata de “aterrizar conceptos, haciendo uso de ejemplos específicos de cosas que nos pueden pasar, que permitan a las mujeres y a los hombres jóvenes identificar abiertamente formas de violencia sexual que van más allá de la violación” concretó.  

Las emociones son parte de la sexualidad

Hablar y tocar las emociones tanto los espacios de prevención como en la atención es necesario si se trata de abordar la sexualidad y los derechos sexuales y reproductivos. Cuando hablamos del cuerpo no solo nos estamos refiriendo a los efectos que tiene la violencia sexual en el cuerpo, sino en las emociones donde tienen un impacto importante.

“Cuando hablamos de sexualidad hablamos de cuerpo y emociones. Trabajar las emociones si o si va a tener un impacto importante en la vivencia de la sexualidad” señalan. Por eso ven necesario “conectar con el cuerpo, trabajar las emociones, la respiración consciente, pues esa desconexión con nuestro cuerpo nos lleva a no conectar con la sexualidad sobre todo en el caso de los chicos”, explican las profesionales.

Hay barreras en el abordaje de los derechos sexuales y reproductivos con mujeres que han vivido violencia sexual

Pero todo lo anterior se ve confrontado con barreras que afectan de forma particular a mujeres en situaciones de mayor vulnerabilidad como mujeres migrantes, mujeres con discapacidad, población LGBTIQ+, mujeres jóvenes, etc.

La estigmatización y los prejuicios representan obstáculos importantes en el acceso a los recursos de atención en violencias sexuales, y a la información sobre sus derechos sexuales y reproductivos. Por ejemplo, en el caso de las mujeres migrantes, la búsqueda de apoyo cuando sufren situaciones de violencia se ve limitada por el miedo a no ser creída o por la violencia institucional a la que ya ha sido sometida en otros momentos.

También ocurre que a las mujeres con discapacidad se las infantiliza y esto provoca que no se reconozca ni se aborde su sexualidad como una realidad, y que tampoco se dispongan los medios necesarios para atenderlas en caso de sufrir una agresión.

Para las personas LGBTIQ+ también existen barreras que provienen del estigma en torno a sus vivencias sexuales.

“La falta de una verdadera interseccionalidad en los servicios de atención hace que muchas mujeres se queden fuera de la atención” señalan algunas participantes.

Para hacer frente a estas barreras las profesionales recomiendan “tener siempre presente el momento que está viviendo la persona que busca apoyo. Es necesario hablar de sexualidad, pero cuidando tener en cuenta el momento en el que está la persona tras la agresión sexual”, es decir que  se trata de hacer una revisión del proceso de la mujer, en qué etapa de su proceso de reparación se encuentra y valorar bien cómo podemos abordar la sexualidad en su esquema de creencias y tras lo que ha vivido”, concluyen.